Así fue la presentación del nuevo libro de Francisco Cajiao Restrepo

Así fue la presentación del nuevo libro de Francisco Cajiao Restrepo

El viernes 25 de julio en el salón Interacción de la Fundación Universitaria Cafam, Editorial Magisterio y Unicafam presentaron oficialmente el libro ‘Fortalecimiento institucional y liderazgo educativo’, con autoría del académico y rector de esta Universidad, Francisco Cajiao Restrepo.

En esta importante publicación, se plasma la importancia de las instituciones educativas en la construcción de civilidad. El evento fue acompañado y comentado por la doctora María Fernanda Campo, ministra de Educación. Se contó con la presencia y participación del ex secretario de Educación del Distrito, Abel Rodríguez Céspedes, y del gerente de Editorial Magisterio, Alfredo Ayarza.

Asistieron también, representantes de la Secretaría de Educación del Distrito y de Unicafam, el equipo Directivo del IDEP, docentes, directivos y directivas docentes del Distrito.

Palabras de presentación del libro hechas por su autor, Francisco Cajiao Restrepo:

“A partir del año 2005 he venido trabajando desde diversos escenarios alrededor de una preocupación persistente sobre la institucionalidad que caracteriza los centros educativos, especialmente los colegios, ya que más allá de las formulaciones verbales que invitan a la convivencia y a la formación de valores ciudadanos, las formas de organización determinan en un alto grado las posibilidades que tienen los niños y los adolescentes de incorporar en sus comportamientos actitudes y hábitos de vida consistentes con los ideales de una sociedad democrática.

La educación es un proceso de una enorme complejidad que en ningún caso puede reducirse a la adquisición de unas competencias cognitivas en el ámbito formal del sistema escolar. Por el contrario, es cada vez más claro que la educación es el resultado de una extensa red de interacciones sociales que propician aquellos aprendizajes capaces de incorporar culturalmente a las personas, haciéndolas partícipes de los modelos de comportamiento que resultan adecuados para desenvolverse en la sociedad.

Los modos de relación tienen que ver con el lenguaje, la actitud corporal, la modelación de las emociones, la moda, las percepciones compartidas de la realidad, los rituales del poder, el sentido de lo festivo, los gustos estéticos, el horizonte de los deseos y una infinidad de manifestaciones simbólicas que usualmente no pasan por las aulas de colegios y universidades. En este extenso universo de la cultura se configuran las prácticas cotidianas que establecen la relación de los individuos consigo mismos, con los demás, con la ley y con los contextos institucionales en los cuales deben desenvolverse.

A través del lente de la cultura se filtran los discursos académicos sobre la realidad y se asigna valor a las propuestas que provienen del raciocinio filosófico o científico. Los medios de comunicación distribuyen la información matizada de intencionalidades que el común de la gente no logra descifrar, y otro tanto hacen los grupos políticos, las iglesias, los gobernantes, los empresarios, las familias y, por supuesto, las mismas instituciones educativas que no logran hacer coincidir los enunciados verbales sobre el ser y el deber ser de las cosas con sus prácticas organizativas e institucionales.

El punto crucial de toda esta discusión es si las transformaciones profundas de una sociedad pueden hacerse a través de las instituciones educativas o, por el contrario, ellas se limitan a reproducir a su manera la cultura en la cual están inmersas. Es claro que la historia nos muestra que las sociedades se transforman. Es claro también que hay un paso evidente de modelos de convivencia basados en el autoritarismo a modelos basados en la democracia. Se pueden apreciar cambios significativos en el valor que se asigna a la vida, a la libertad o a la igualdad de género. Pero también resulta evidente que ninguna de estas transformaciones ha sido el resultado de un cambio curricular o de una legislación dirigida exclusivamente al universo de las instituciones educativas. Ellas, desde luego, han sido instrumento muy importante de las transformaciones sociales, pero no han sido los ejes de esas transformaciones.

Se han requerido largos procesos de cambio en la estructura política de los pueblos, en las concepciones sobre los más diversos aspectos de la vida humana o sobre la relación de las personas con su entorno físico. En ocasiones estos cambios han sido el producto de acontecimientos cruciales que han puesto en entredicho la vigencia de un régimen o de un modo de vida, como en el caso devastador de la primera y la segunda guerra mundial, con el corolario ignominioso del tercer Reich. En otros casos las transformaciones se han ido desarrollando por efecto del desarrollo científico y tecnológico, el crecimiento demográfico o el agotamiento de los modelos de vida vigentes.

Esos cambios han marcado rupturas profundas en los comportamientos individuales y colectivos, en las formas de construir la propia identidad, en el horizonte de las aspiraciones y deseos y, desde luego, en la manera de construir las relaciones sociales y las instituciones.

En este contexto es indispensable preguntarse si las instituciones educativas que tenemos corresponden al tipo de sociedad que queremos construir o si esas institucionalidades corresponden a otro modelo de sociedad que ya tendría que haber quedado en el pasado. Es indispensable preguntarse si las instituciones en las cuales los niños y jóvenes adquieren sus aprendizajes de vida en comunidad responden a la cultura y valores del mundo contemporáneo, si esos valores deben ser asimilados o puestos en cuestión, si son suficientemente incluyentes, democráticas, facilitadoras de la construcción ética, receptivas frente a la diversidad, eficaces en la modelación de actitudes y comportamientos cívicos.

Todo esto obliga a volver la mirada hacia la institucionalidad, entendida como organización social basada en propósitos comunes y en normas.

Con el paso de los años he ido comprendiendo la complejidad de un tema que toca con todas las instancias de la sociedad, desde los órganos máximos del poder público hasta la presencia del televisor en la sala de la casa.

Durante los años 2006 y 2007, como subsecretario de educación de Bogotá y luego como secretario, tuve la oportunidad de discutir ampliamente muchos de estos temas con el equipo directivo de la Secretaría y con muchísimos rectores, coordinadores y maestros. En la política impulsada por Abel Rodríguez y el alcalde Luis Eduardo Garzón ocuparon un lugar preponderante la participación, la conformación de ciudadanía “ocupando la ciudad” y la pedagogía como eje de la calidad. En este marco se desarrollaron programas muy exitosos como “escuela-ciudad-escuela”, organización de mesas de participación locales de todos los estamentos de la comunidad educativa, la “cátedra de pedagogía” y encuentros permanentes de reflexión con directivos y maestros de todas las instituciones educativas de la ciudad. Además se multiplicaron las alianzas con universidades, centros culturales, museos, empresas productivas y otras organizaciones para ampliar el radio de acción de todos los ciudadanos en el proceso educativo de los estudiantes de los colegios oficiales de la ciudad. La sola denominación del plan sectorial, “Bogotá una gran escuela” es representativo de la concepción que animó los procesos desarrollados en el cuatrienio.

Durante este período en el cual se desarrolló el más ambicioso plan de infraestructura que haya tenido el país, era necesario avanzar en la reflexión de lo que tendría que suceder dentro de los colegios en sus planes de estudio, en su organización, en sus modelos de convivencia, en los procesos de evaluación.

Buena parte de los artículos que integran este libro provienen de las discusiones adelantadas en esos dos años que posteriormente he tenido oportunidad de escribir y enriquecer a partir de otras experiencias desarrolladas entre 2008 y 2011 como asesor del Ministerio de Educación en el tema de evaluación, como asesor del IDEP en el desarrollo de un proyecto de investigación sobre evaluación de la calidad de instituciones educativas y como asesor de la Fundación para la Reconciliación. Más recientemente, como rector de la Fundación Universitaria CAFAM, he venido discutiendo con rectores de Bogotá y de otras regiones del país sobre el papel de quienes dirigen los colegios.

Me ha parecido pertinente mencionar estos datos para resaltar dos cosas: en primer lugar que los textos provienen de una reflexión sobre la práctica educativa y no son producto de una simple curiosidad intelectual, y en segundo lugar que ellos recogen el sentir y el pensar de una enorme cantidad de administradores de la educación, directivos escolares y maestros con los cuales he intercambiado ideas a lo largo de estos años.

Espero que la publicación de estos artículos, en su mayoría distribuidos a lo largo del tiempo como borradores para ser discutidos y enriquecidos, resulte de utilidad para los lectores.”

Francisco Cajiao Restrepo.

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