Por: Sandro Jiménez. Ph.D - Gerente Académico de la Red Nacional Académica de Tecnología Avanzada (RENATA). Doctor con mención de excelencia en Estudios Interdisciplinarios en Ciencias Sociales. Docente catedrático del Doctorado de Educación de la Universidad de la Sabana y más de 20 años de trayectoria en la intersección entre tecnología, educación, inclusión digital y desarrollo. Actualmente lidera programas de innovación educativa como la Escuela de Maestr@s 4.0.
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La Inteligencia Artificial (IA) ha transformado la vida cotidiana y la escuela no es ajena a ello. ChatGPT es ya casi un nombre genérico para los modelos de lenguaje a gran escala o LLMs, por sus siglas en inglés, que están revolucionando la producción y comprensión de lenguaje natural.
Aunque impresionantes, carecen de inteligencia y memoria relacional. Como lo señala Floridi (2023), estamos frente a la expansión de capacidad de agencia de máquina más impresionante, pero eso no significa que tengan inteligencia.
“Los profesores deben liderar la integración de la IA en la educación, apoyados por sistemas que sean inclusivos y culturalmente sensibles”
Regresa la promesa de generar materiales adaptados a las necesidades de cada estudiante, pero también las preocupaciones por la fragmentación de la experiencia compartida y el cuestionamiento a toda la dinámica de la enseñanza. Maestros y educandos se enfrentan a modelos de interacción enseñanza-aprendizaje inéditos.
Los profesores deben liderar la integración de la IA en la educación, apoyados por sistemas que sean inclusivos y culturalmente sensibles. La educación sobre la IA es esencial para estudiantes y educadores, para entender su funcionamiento y desafíos éticos.
La llegada de la IA a la escuela plantea importantes implicaciones para el futuro del trabajo y para el papel de los maestros. Algunos temen que la IA reemplace a los maestros y conduzca a la automatización de la enseñanza. Sin embargo, esta visión es limitada y simplista, en la medida que parte de una premisa errada: la educación es mera transmisión y consumo de contenidos.
“Nuestro reto es rediseñar las experiencias de aprendizaje para centrarlas en la generación de capacidades de pensamiento categorial, análisis hermenéutico, reflexividad, creatividad, aprendizaje socio-emocional”
La agencia artificial nunca podrá reemplazar el agenciamiento de la interacción docente-estudiante, pues el papel esencial de los maestros como facilitadores del aprendizaje y guías para los estudiantes, sumando con la empatía y la comprensión emocional, son aspectos fundamentales que la IA no puede replicar.
Dicho lo anterior, la sentencia del desplazamiento de los maestros será una realidad si reducimos el acto educativo al problema de gestionar acceso a la información. Nuestro reto es rediseñar la experiencias de aprendizaje para centrarlas en generación de capacidades de pensamiento de orden superior: pensamiento categorial, análisis hermenéutico, reflexividad, creatividad, aprendizaje socio-emocional.
“La agencia artificial nunca podrá reemplazar el agenciamiento de la interacción docente-estudiante”
La sociedad y el Estado deben exigir que los nuevos agentes artificiales sean diseñados de manera que respeten la privacidad y seguridad de los datos de los estudiantes. Además, deben ser transparentes y explicables, para que los maestros y estudiantes comprendan cómo se generan las respuestas y recomendaciones. En otras palabras, es necesario ampliar los dominios de reflexión - acción ética en la escuela.
La capacitación y formación continua de los maestros en el uso de la IA son fundamentales para aprovechar al máximo su potencial. Los maestros deben entender no sólo cómo funciona la IA, sino cómo crear nuevos usos y potenciar su base acumulada de experiencia docente.
“Los maestros deben entender no sólo cómo funciona la IA, sino cómo crear nuevos usos y potenciar su base acumulada de experiencia docente”
En última instancia, la IA en la educación es una herramienta poderosa que puede mejorar significativamente el proceso de enseñanza y aprendizaje. Pero su éxito depende de cómo los maestros la integren en su práctica docente y cómo se aborden los desafíos éticos y sociales que plantea.